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Año II, Volumen 7 - Junio de 2008
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Keynes (estudio preliminar) |
Tomado de la obra de
Enrique Silberstein: "KEYNES", Buenos Aires, C.E.A.L., 1967,
págs. 5-27 |
La vida y la obra de John Maynard Keynes deben analizarse a la
luz de su creencia vital y básica de que el "riesgo
de acometer acciones que parezcan atrevidas es mucho menor que el
de no hacer nada", y de que la "gente demasiado
cauta, colocada en algunos puestos, es un riesgo peligroso para
cualquier nación".
"Experimentemos con audacia en esta dirección -escribía en su
Tract of Monetary Reform- aún en el caso de que algunos
de los planes fracasen, lo cual es muy probable." Su pensamiento
era dinámico, de plena acción y sobre todo de efectos
inmediatos. "Esto de a la larga -decía en el
Tract- es una guía errónea para los asuntos corrientes.
A la larga todos morimos. Los economistas se asignan una tarea demasiado
fácil, demasiado inútil, si en las épocas tempestuosas
sólo nos pueden decir que cuando la tempestad pase, el océano
volverá a estar tranquilo."
Este pensamiento en acción era, además, un pensamiento
sin ataduras, un pensamiento que trataba de moldear la realidad
ateniéndose a ella. "Creo en el Estado; abandono
el laissez faire, no con entusiasmo, no porque desprecie esa vieja
doctrina sino porque, queramos o no, las condiciones para que tenga
éxito han desaparecido" escribía en 1924
en la revista Nation.
Tenía plena conciencia de su propio valor y de su propia
importancia. En 1935, cuando estaba escribiendo la Teoría
General de la ocupación, el interés y el dinero, se
dirigía a George Bernard Shaw y le decía: "…creo
estar escribiendo un libro sobre teoría económica
que revolucionará en gran medida - supongo que no inmediatamente
pero si en el curso de los primeros diez años -, el modo
de pensar del mundo acerca de los problemas económicos. Una
vez que se asimile adecuadamente mi nueva teoría y se mezcle
con la política, los sentimientos y las pasiones, no puedo
predecir cuál será el efecto final que ejercerá
sobre la acción y los negocios. Pero habrá un gran
cambio y, en particular, los fundamentos ricardianos del marxismo
serán demolidos. No pretendo que usted o cualquier otro crea
esto por el momento. Por mi parte, no solo espero que suceda lo
que digo sino que, en el fondo, estoy completamente seguro".
Y ahora nos estamos refiriendo a Keynes precisamente porque su
libro fue una revolución, porque abrió nuevos caminos
teóricos de gran amplitud y, principalmente, porque marcó
una línea de acción que se hizo carne en la política,
en los sentimientos y en las pasiones.
Keynes significó un momento fundamental, porque demostró
que se podía "no creer"; que los maestros se podían
equivocar y que la Economía, como la vida, es un constante
fluir, un constante hacer, un constante pensar, con lo que abrió
paso a todas las herejías.
Demostró que lo dicho no está dicho, que lo hecho
no está hecho, que lo aparentemente eterno es temporal, que
lo presuntamente sólido es débil, que lo que pareciera
tener juventud eterna es viejo. Y así como la importancia
del estallido de la primera bomba atómica no está
en el estallido en sí, sino un la demostración de
que tal bomba podía ser construida, el pensamiento keynesiano
demostró que también en Economía se podía
pensar con independencia y sin ataduras.
John Maynard Keynes siguió el camino tradicional de los
economistas ingleses, que siempre tuvieron plena conciencia de que
la Economía no es una disciplina desconectada del medio ni
ajena a los intereses de determinada clase, generalmente la más
poderosa; sino que es, debe ser, una teorización de y sobre
la realidad viviente en total concordancia con intereses económicos
determinados. Siempre tuvieron en cuenta para sus análisis
a la realidad inglesa y nada más que la realidad inglesa,
siendo sus concepciones aplicables a una Inglaterra dada con una
estructura económica, política y social determinada.
La mayor preocupación de Keynes fue la desocupación
y no, por ejemplo, el ciclo económico o la crisis de los
negocios. Como economista de un enorme bagaje teórico, y
como hombre práctico conocedor de la realidad cotidiana,
comprendió que en el momento en que escribía y en
Inglaterra, no se trataba de conseguir pura y exclusivamente que
los negocios volviesen a ser lucrativos, que es la posición
de quien enfrenta un problema superficial que no afecta el fundamento
mismo de la estructura económica (como ocurría en
la misma época en Estados Unidos), sino que se estaba frente
a una total dislocación y probable derrumbe de toda una construcción.
De lo que se trataba era de ganar la carrera del tiempo, y para
ello era preciso sacrificar lo superfluo hasta el límite
de la supervivencia de lo existente. Recurrió a las armas
y bagajes que contradecían una concepción dada, y
como lo importante era salvar la Inglaterra actual, no trepidó
en defenderla con las propias armas enemigas. Trató de defender
la ganancia del empresario con el déficit fiscal, el impuesto
y el gasto público; trató de mantener la propiedad
privada utilizando la intervención del Estado, trató
de que el empresario siguiera siendo el eje de la economía,
usando control y la regulación estatal.
Pero, al ser el análisis keynesiano una teoría que
respondía a una realidad cuyos problemas eran el crecimiento
y el desarrollo, coincidió con las necesidades teóricas
y prácticas de los países que tendían al mismo
fin, aunque partiendo de niveles cuantitativos y cualitativos totalmente
distintos. La práctica había enseñado, que
las concepciones teóricas de la economía clásica
no se correspondían con realidad de esas naciones. Así,
por ejemplo, la elevación o disminución de la tasa
de interés o de redescuento no producían los efectos
previstos teóricamente, y la estricta aplicación del
patrón oro sólo conducía a un constante drenaje
de metal. En cambio, la aplicación de las concepciones prácticas
de Hjalmar Schacht, esto es, el convenio bilateral, el control de
cambios y del crédito bancario, producían los efectos
deseados o perseguidos. Pero Schacht no aplicaba conceptos teóricos
admitidos, por lo que los países que deseaban desarrollarse
se encontraban huérfanos de toda protección académica.
Por la misma razón fueron considerados herejes e incivilizados
cuando basaron sus economías en el papel moneda.
La obra de Keynes llenó el vacío, pues nada menos
que un economista de primerísima línea de la Universidad
de Cambridge que gozaba del respeto y la consideración académica
y cuyo nombre era universalmente famoso venía con un formidable
aparato teórico, a apoyar y alentar una acción que
respondía a las necesidades de esos países.
A pesar de que Keynes escribió varios libros e innumerables
artículos, que pronunció muchas conferencias, que
actuó en la cátedra, que tuvo activa intervención
en la vida oficial de su país participando en cargos de gobierno
y representándolo en reuniones internacionales en las que
tuvo destacada actuación, y de que siempre demostró
su independencia de criterio, ya que Las consecuencias económicas
de la paz significó un enfrentamiento a la política
de las grandes naciones aliadas, y de que A Treatise on Money abría
nuevos caminos al estudio del interés, la posteridad lo recuerda
por un solo libro: Teoría General de la ocupación,
el interés y el dinero.
Es que el análisis efectuado en esta obra significó
un rompimiento total con el habitual enfoque de la economía
clásica, puesto que en lugar de tener en cuenta la actuación
del individuo, de lo "uno", de la firma, consideró
a toda la sociedad; en lugar de encarar las cuestiones en compartimientos
estancos.
Las totalizó al estudiar sus influencias e interrelaciones.
Este planteo totalizador ya había sido efectuado por Pigou
y, principalmente, por Knut Wicksell; pero Keynes, además
de profundizar en el tema, se enfrentó decididamente con
el problema candente del momento y propuso, de acuerdo con su temperamento,
una solución práctica. Solución practica que
atrajo de inmediato la atención general y fue rápidamente
aplicada, haciendo que su éxito implicase la aceptación
total de su teoría. Pero como tal solución significaba
el predominio del Estado y el establecimiento de fuertes controles,
los partidarios de la libre empresa están tratando de derrotarla,
atacando la concepción teórica, y es así como
se produce una reacción anti-keynesiana en el campo de la
teoría monetaria, con implicaciones en la política
monetaria y en la política económica general.
Keynes estaba profundamente preocupado por el problema de la desocupación
crónica que, sostenía, es la consecuencia de la riqueza
de las grandes comunidades industriales, debido a que en el sistema
económico hay un grave desajuste que de ninguna manera puede
remediarse con el Iaissez faire y el libre juego de las fuerzas
del mercado.
El problema se plantea de la siguiente manera: cuando crece el
ingreso de la colectividad crece también el ahorro y todo
anda bien si también se produce un aumento de la inversión.
Pero no es eso lo que ocurre, pues la tasa de interés se
resiste a descender de manera tal que, ante el constante aumento
del ahorro, su tasa sea un aliciente para nuevas inversiones que
absorban totalmente al ahorro que se va creando. Al detenerse la
inversión, debido a la escasa propensión a consumir,
el crecimiento de la ocupación no sólo se detiene
también, sino que no puede mantenerse en el nivel logrado,
con lo que la actividad económica se contrae hasta llegarse
a un nuevo equilibrio en una escala inferior. Esta escala inferior
corresponde a un nivel en que la ocupación y el ingreso nacional
se han comprimido tanto como fuese necesario para que el ahorro
reducido fuere equivalente a la menor inversión. Esto es
el mal de la desocupación se debe a que las inversiones son
insuficientes para usar todo el ahorro disponible.
Este ahorro es, como sabemos, la parte no consumida de la producción,
de donde la insuficiencia de las inversiones es otra manera de decir
insuficiencia de demanda. La solución práctica de
Keynes es que se debe provocar el crecimiento de las inversiones
hasta que la demanda esté en condiciones de absorber toda
la oferta derivada de la plena ocupación de las fuerzas productivas.
Ese "provocar el crecimiento de las inversiones"
es tarea del Estado, sea porque realiza inversiones por sí
mismo o porque por intermedio del sistema bancario que dirige, crea
todo el dinero necesario para facilitar la inversión privada,
que es otra manera de decir que reduce la tasa del interés.
Todo esto supone una socialización de la inversión
aunque no, por el momento, una socialización de la producción
John Maynard Keynes, que nació en 1883 en Cambridge (Inglaterra),
y murió en 1946 en su finca del Tilton, era hijo de John
Neville Keynes, economista de cierta reputación y durante
muchos años funcionario de alta categoría de la Universidad
de Cambridge.
La carrera de John Maynard Keynes fue brillante tanto como economista,
lógico, matemático, diplomático, empresario
y especulador. Cuando falleció dejó una fortuna de
cerca de 500.000 libras esterlinas, resultado de su propio esfuerzo
como especulador en cambios y director de empresas de seguro y otras.
Resulta difícil establecer de qué manera la concepción
keynesiana influyó en la política del New Deal del
presidente Roosevelt, pero son evidentes la similitud y los puntos
de contacto.
Uno de los aspectos más interesantes de la obra de John
Maynard Keynes es que ha sido uno de los personajes que más
influyó en la mentalidad, en las creencias y en las concepciones
de este siglo. Su influencia sobre los economistas ha sido tal que
prácticamente todos son keynesianos en el sentido de que
todo economista moderno usa el enfoque del ingreso para el análisis
y el pronóstico, así como la terminología de
la Teoría General es la terminología de la Economía
moderna y, se discrepe o no con él en lo que hace a los planteos
prácticos, está fuera de duda que el estudio de la
Economía comienza con Keynes. Pero, además, su influencia
sobre el hombre de la calle, sobre los gobernantes, sobre los políticos
es casi total.
El lenguaje, la solución de los problemas, el planteo de
las cuestiones, son eminentemente keynesianos. Con lo que se verificó
su creencia de que: "Las ideas de los economistas y los
filósofos políticos, tanto cuando son correctas como
cuando están equivocadas, son más poderosas de lo
que comúnmente se cree. En realidad, el mundo está
gobernado por poco más que por esto. Los hombres prácticos
que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual,
son generalmente esclavos de algún economista ya desaparecido.
Los maniáticos de la autoridad, que oyen voces en el aire,
destilas su frenesí inspirados en algún mal escritor
académico de hace tiempo... Tarde o temprano son las ideas
y no los intereses creados, las que presentan peligros, tanto para
mal como para bien".
Enrique Silberstein, 1967
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Nota del Editor: Entre los disparates en boga que contribuyen a
la confusion general, está el uso de expresiones vagarosas
tales como "neo-liberalismo" (en realidad el peor y más
brutal conservadurismo), "globalización" (en realidad
el aceleramiento del imperialismo) "posmodernidad" (el
nuevo paraguas de la colonización intelectual), etc. Nos
detenemos en uno en particular: "neo-keynesianismo". Nadie
sabe muy bien de que se trata, aunque es fácil deducir que
trae una nueva versión de algo viejo, el "keynesianismo"
y que éste tiene que ver con Keynes. Como no hay mejor forma
de desmadejar el ovillo que empezar por la punta conocida, transcribimos
una Introducción a su conocimiento, debida al olvidado Enrique
Silberstein que supo ser bastante leído en los 70. Una Introducción
breve, pero con el suficiente condimento para incentivar otras búsquedas
y ampliaciones. No se trata de lograr nuevos "keynesianos",
sino de tener menos zonzos.
d.a. |
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